sábado, 6 de febrero de 2010

Luz.

"Corré" le dijeron. Y él corrió. "Saltá, creé, olvidá". Y él hizo todas las acciones que le ordenaban, sin siquiera pensarlo.
A lo largo de su vida siempre había hecho ésto y aquéllo. Hasta donde alcanzaba su memoria (si es que la tenía), siempre había sido igual de obediente como todas las personas que conocía.
"Corré" repitieron. Y en su mente aparecieron dos preguntas: "¿Y si no lo hago?", "¿Si cambio de dirección?" En ese momento, se estremeció. No muy convencido decidió hacer lo que le decían, pero esas preguntas se formulaban sin cesar en alguna parte de su cuerpo que no sabía cuál era. Era como si un rayo de luz se hubiese filtrado en el oscuro interior de su cuerpo, despertando (o creando) preguntas, cuestionamientos. Sí, estaba seguro: Estaba pensando. Desde lo más profundo de su ser estaban surgiendo acciones genuinas, que a su parecer, tenían mucho más sentido que aquellas órdenes recibidas.
No tenía miedo. Se sentía lo suficientemente seguro como para cuestionar todo. Y ahí supo, también, que pronto irían a matarlo. Pensar ahora era muy simple, pero realizar ese acto individual se pagaba muy caro. No le importó. Podían matarlo, despedazarlo, pero aquel momento de luminosidad había sido lo más importante de su vida.
¡CORRÉ!. Esta vez no lo haría. Ahora, aunque sea por un instante, iba a seguir el camino que le indicaba la luz.

(Hacía mucho que no escribía. 1984 fue el culpable)

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